DESCANSO
Un septiembre delicioso, de cielo
y campo, de luz y calor. En la sierra de Madrid. Qué fácil es encontrar un rincón para el silencio interior cuando se pueden aparcar
los trabajos, las preocupaciones y los
ruidos que sobran… Echo todo al fondo, detrás de una puerta cerrada a la espera
del descanso reparador, que me ventile la cabeza y la mirada, que vuelva a
colocar las cosas en su sitio y en el tamaño que les corresponde.
Sé que las cosas van bien cuando
se me pone el ojo fotográfico y me entusiasmo encuadrando y enfocando pequeños
detalles que no he salido a buscar; los encuentro a cualquier hora, en un
instante como muchos otros en los que he pasado de largo sin ver ni oír. Son descubrimientos
que tienen chispitas de alegría, un
pequeño remanso de presente sereno que lo envuelve todo como si fuese para
SIEMPRE.
Descubrir y contemplar la
Naturaleza en su inmensidad o pequeñez es algo más que una distracción efímera,
es un sorbo de belleza que limpia por dentro y aquieta la rueda que mueve el
hilo de los pensamientos.
Así de sencillo: un día
borrascoso que permite ver el reflejo del sol entre las nubes y la sombra del
fresno sobre un fondo azul piscina. En un instante de agua fría y quieta, una
hoja acaba de caer diciendo “fin”. Qué suerte llegar al charco a la hora en
punto del reflejo azul, amarillo y verde brillantes, un rato después es gris,
sucio y feo, parecido a la tierra y el polvo seco y sin gracia que veo detrás
de la rosa borrosa.
Te dejo las imágenes, si quieres,
sigue tú.
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