Estas son algunas impresiones viajeras de mi breve paso por
Bélgica en una estancia durante unos días de agosto en Lovaina, desde allí he
visitado, entre cientos de turistas…, Bruselas, Amberes, Brujas, Gante y
Ostende.
En septiembre de 2012, mi hermano Jose Juan, buen asesor musical, me recomendó a WIM MERTENS para presentar las imágenes
del trasiego de un paso de cebra, que fue el tema de fondo de la exposición de
pintura-fotografía “Paso a las tres”. En su país de origen – nacido en Limburgo- es
donde comprendo que este compositor, pianista y contratenor belga pone música
de fondo al ritmo de la vida en estas ciudades, en el tiempo que le toca vivir, es el ritmo
constante de las bicicletas y de sus jornadas de intenso trabajo, con los
carillones de sus torres marcando los tiempos en ligeros compases cada quince minutos. Hoy los belgas van a
trabajar a las instituciones de la Unión Europea, al despacho, a sus negocios y
deliciosas tiendas de diseño. Hace seis siglos se organizaban en Gremios de
Artesanos con intensa actividad textil, cervecera, de la carne etc., y su
riqueza lucía en las casas junto a los ayuntamientos y catedrales, formando las platz-place, que hoy son el mayor atractivo de las ciudades, y se han convertido ahora en Hoteles y Restaurantes
de lujo. A cualquier hora del día y cualquier día de la semana parecen
hervideros de humanidad, son como reuniones de la ONU, pero allí no se dialoga
y casi no se mira ni piensa, se apunta
con la cámara fotográfica, Iphone, Ipad… y se dispara en todas las direcciones
posibles, pasando rápido a otra cosa.
La mejor hora para encontrar el presente de este país, dividido en su lengua, territorio e intereses,
es el atardecer, para contemplar a la
gente en su vuelta a casa con la calma del cansancio acumulado a la última luz
del día de verano, que es el momento de la conversación pausada, siempre en voz
baja, en alguna de las muchas terrazas para saborear una rica cerveza, o en un
banco de la plaza frente a la Biblioteca de la Universidad, disfrutando de un
enorme helado.
El mejor lugar para rastrear el pasado son los museos, el de
Bellas Artes de Bruselas increíblemente mal iluminado para observar las colecciones de Pintura Flamenca de
brillantes colores, cada cuadro cargado de historias contadas sin omitir
detalles; la seriedad o solemnidad del tema no les impide pintar la anécdota,
el pequeño detalle o el chiste burlón; son los antepasados del paraíso del
Comic y antes del surrealismo de Magritte. Los belgas siguen siendo
concienzudos y guasones. No sé si por influencia de la pintura antigua, sus
calles huelen a sopa, y a ratos, más acorde con los cómic, a waffle –aquí decimos
gofre-.
El rincón escondido para perderse, que guarda la Historia desde el siglo XIII,
sin duda los Begijnhof, que aún
transpiran la sencillez y la paz de un lugar de trabajo y oración. La
Universidad los ha restaurado como alojamiento internacional de profesores y estudiantes, que se benefician de
un entorno bellisimo y tranquilo para el intercambio cultural, estudio e
investigación.
Lo que de ningún modo se esconde en Bélgica son sus raíces
cristianas y lo que la fe ha aportado a su cultura, arquitectura y arte en
general, que hacen de este país una de
las joyas del mundo. Me ha sorprendido que en la actualidad hayan tomado otros
derroteros amargos como es la cultura de la muerte; y espero sinceramente que
recuperen el alma que ha alentado tanta sabiduría.
¿Un color?, el rojo ladrillo, como fondo de todas las flores
posibles, cuidadisimas, en calles y
ventanas, bajo un cielo intempestivo en continuo movimiento de azul, gris y
blanco.
Inmaculada
Cuesta
Segovia, 26 de agosto de 2013