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Texto de Ramón Gaya en la exposición del Museo de la Pasión |
No, no venimos a ser felices ni desdichados, si no a cumplir con nuestro deber. Hallar cual es el deber que se nos asignó y cumplirlo, o esforzarse en cumplirlo, esa puede ser nuestra felicidad, o dicho de otro modo, nuestra tranquilidad. Claro que un artista puede recibir en su vida golpes que lo hagan zozobrar en la vida; nada podrá salvarle entonces si no es, acaso, su deber. Ese deber que, por lo visto, es mayor que la vida misma (fragmento de El extremoso deber del artista)
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Retrato de Jorge Guillén, por Ramón Gaya |
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