Retrato de SAN JUAN DE LA CRUZ
En este año, que he decidido recorrer por caminos
interiores, al margen de casi todo, mi pintura se empeña locamente en el ARTESACRO y mis pensamientos me llevan a rondar una y otra vez esta Segovia de
cielo y piedra. Mis pasos acaban con
frecuencia en el huerto de San Juan de la Cruz, al cobijo de la bienvenida que
ofrece el verde profundo de los cipreses; allí he visto el alma del místico en
un lirio blanco sobre fondo de oquedad en la roca. Su rostro lo he encontrado
en “Mudejarillo”, de la mano de José Jiménez Lozano; aquí os dejo mi trabajo
con las palabras del escritor castellano en “Guía espiritual de Castilla”.
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Retrato de San Juan de la Cruz. Obra de Inmaculada Cuesta |
El padre de Juan de
Yepes venía probablemente de conversos, y sus antepasados quizás habían tenido
que ver amargamente con la Inquisición, allí en tierras de Toledo. Y la madre
procede efectivamente de un ámbito cultural mudéjar y ésta sea la razón del desamor
y la reticencia con que fue tratada. Siempre fue “la Catalina”: con ese
artículo precediendo al nombre que en Castilla denotó siempre un cierto
desprecio de hidalgos y “dones” hacia las gentes sencillas y de extracción
social muy baja.
Lo que sabemos de la
niñez de Juan, además de esa pobreza de los suyos, es que se desarrolló en un ambiente extraordinariamente
islamizado….
Aquellos mudéjares y
moriscos viejos parecen haberse dedicado, en Fontiveros, primordialmente a la
carretería hasta dar nombre al barrio donde vivían, en realidad el mismo barrio
de la “Calle Nueva” donde Juan nació. Allí cerca había una fuente: la de doña
Loba, y, fuera del poblado, lagunas, además de tres torrentes o arroyos que
entonces lo cruzaban y que aportaban riego seguramente a huertos o huertas;
mientras junto al río Zapardiel funcionaban unas pequeñas tenerías. Y todas
esas aguas hacían de Fontiveros, sin duda, un asentamiento más verde y lleno de
umbría que el polvoriento poblado que es hoy. En una de esas lagunas cayó Juan
siendo niño, y fue sacado con la ayuda de la Virgen –a quién él dijo haber
visto sonreír- y de la ijada de un labrador. La profundidad del agua será en
adelante para él como la del alma en cuyo centro y desnudez y herida está el
Esposo. Y, cuando a propósito de Juan de la Cruz se escribe desnudez, se quiere
decir desnudez de la desnudez, noche
oscura, total desasimiento, nada, nada.
La cultura moderna se
reclama con razón de los tres grandes “maestros de la sospecha”: Nietszch,
Freud y Marx, para los cuales filosofías, ideologías y religiones o conductas
de todo tipo, o intentos de conocimiento de la realidad, sólo son o pueden
solamente ser resultantes sociológicas, intereses económicos enmascarados,
proyecciones psicológicas, frustraciones, miedos inconscientes, ilusiones,
autoengaños: ídolos, en suma. Pero la verdad es que ninguno de esos tres
maestros modernos de la sospecha sospechó la mentira y la idolatría y el engaño
ni la mitad que este pequeño Juan, que nació en Fontiveros. Su empresa de
acercamiento real a lo Real Absoluto es la empresa más demoledora que se haya
hecho jamás, hasta asegurarse que sólo en la Nada puede asirse el Todo.
Inmaculada Cuesta, 29 de abril de 2014
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