jueves, 6 de agosto de 2015

PUNTO Y LÍNEA. A la Poesía de Miguel Hernández


Instalación verbal y visual



Esta tierra seca y polvorienta, capaz de dar limones y plantas avariciosas de agua, asiento de palmeras, me lleva sin esfuerzo a la poesía de Miguel Hernández. Intento hacer marcha atrás en el tiempo para imaginar su razón poética, su mirada interior bajo este sol Mediterraneo, exprimiendo toda la belleza del cielo y el campo en busca de la palabra y el ritmo.

Conozco bien los caminos
conozco los caminantes
del mar, del fuego, del sueño,
de la tierra, de los aires.
Y te conozco a ti
que estás dentro de mi sangre.



Le veo a él, nítido y rotundo, en los puntos y líneas de las cosas que me llaman la atención.
A golpe de talento y empeño, eleva su poesía sobre anhelos de saber y libertad, de sinceros y nobles sentimientos. Su poesía llega desde lo oculto a lo profundo, desde lo escondido a lo íntimo. Así sucede también con la música, la pintura y la imagen, conmueven cuando quitamos lo que sobra.





En estos días de sosiego leo su poesía como, y casi donde,  Miguel leía la de Juan Ramón Jiménez:


Venerado poeta:
Sólo conozco a usted por su "Segunda Antología" que -créalo- ya he leído cincuenta veces aprendiéndome algunas de sus composiciones. ¿Sabe usted dónde he leído tantas veces su libro? Donde son mejores: en la soledad, a plena naturaleza, y en la silenciosa, misteriosa, llorosa hora del crepúsculo, yendo por antiguos senderos empolvados y desiertos entre sollozos de esquilas
.

               







Voy tras sus pasos a Orihuela, a su casa restaurada en 1985 y me quedo en silencio debajo del jazmín, al dulce olor de su poesía. En el colegio de los padres Jesuitas, donde comenzó estudios de bachillerato a los 13 años y conoció a Ramón Sijé, encuentro esta escalera de líneas vencidas por las pisadas jóvenes y firmes que hacen historia y se parecen a la vida,  que  no suele ser una línea recta,  ni hay dos vidas iguales;  las decisiones dibujan el  propio mapa y se entrelazan con otras historias.


Cómo me duele la corta y dura vida de Miguel Hernández y cuanto me alegra la grandeza de su espíritu luchador,  que puedo ver en el espejo de su obra.




A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.







En Orihuela encuentro la decepción del olvido que ha traído el politiqueo y la gestión sin sentido. No puedo evitar recordar que el poeta fue pobre,  y además  profeta cuando decía


Como el toro he nacido para el luto
y el dolor…



Inmaculada Cuesta.  Murcia, julio de 2015


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